NOTICIA DE DEPORTES DE HOY: 16/4/10
El equipo de Pellegrini responde de forma adecuada tras el clásico ante un Almería temerario
Al varapalo del clásico respondió el Madrid en Almería como se presupone a un equipo de su heráldica , a un club en el que siempre estuvo proscrita toda rendición. Son otros tiempos, tiempos de fanfarrias y camerinos en vez de casetas, pero, pese al maquillaje comercial, este Madrid mantiene algunos valores. De inicio, su respuesta en los Juegos Mediterráneos fue contundente. Salió con una decisión encomiable, sin titubeos ni perezas. Enganchó el balón y puso a su adversario contra las cuerdas, enclaustrado en el balcón del área de su excelente portero, el brasileño Alves, que tuvo tajo, mucho tajo, desde el instante en que se subió la persiana.
El equipo de Pellegrini juega sin extremos porque no los tiene; tampoco tiene un amplio abanico de centrocampistas, pero, cuando se juntan Guti y Van der Vaart a Xabi Alonso, el juego fluye de otra forma, más hilvanado, se multiplican las asistencias y no todo es vértigo.
Al empuje visitante, Lillo respondió con tres centrales y poca presión sobre el poseedor de la pelota. El técnico guipuzcoano cerró el embudo sabedor de que el Madrid no navega por los costados y, más que agobiar al dueño del balón, quiso cerrar las líneas de pase. Pero el Almería reculó de forma temeraria. Resulta una imprudencia conceder la posibilidad de que anide en tu área un rival con tanto gancho, con los puños de este Madrid.
Alves sostuvo el andamio de los suyos hasta que conectaron sus tres delanteros. Piatti filtró la pelota a espaldas de la defensa blanca, Uche cruzó el balón al poste contrario y Crusat, sin esposas, batió a Casillas. Un gol inesperado que ponía de nuevo a prueba al Madrid, obligado a remontar para mantenerse en el retrovisor azulgrana tras un estupendo arranque de partido. Al amparo acudió Cristiano, que no disimula su condición mesiánica.
El estrellato obliga, aunque más de uno se espante a la hora de la verdad. El portugués no es de esos. Fijada la defensa del Almería, Cristiano encaró a tres opositores, a los que sacó de rueda con una bicicleta antes de cruzar el balón con la zurda a un rincón de la portería de Alves, heroico toda la noche. Un excelente gol que desencadenó otra catarata ofensiva del Madrid, con ocasiones tan claras como un remate al poste de Guti y en el rechace, con la portería abierta de par en par, Van der Vaart falló. Lo mismo que Uche poco después, que a un metro del gol, con Casillas vencido, quiso dar un taconazo flamenco en vez de soplar la pelota. Se hizo un lío.
Marcelo reanudó el choque donde se había parado antes del descanso, en el área de Alves, portero de reflejos, buena colocación y de los que no se cobijan bajo el techo del larguero. El lateral resultó vencido en un mano a mano con su compatriota, como luego le ocurriría a buena parte de su tropa. Con más decisión que juego, el Madrid logró que el Almería aún fuera más gaseoso en la defensa, en parte porque el equipo se partió por la mitad y ofreció al grupo de Pellegrini otro de esos guiones que le encantan: un partido de ida y vuelta, sin trincheras de por medio, con boquetes a favor del Madrid en todas las zonas del campo, con los centrales como estalactitas ante cada arreón contrario.
Golpe a golpe, el Madrid es un peso pesado; el Almería es el Almería, por mucho que Casillas tuviera que exhibirse ante Uche. Para entonces, Alves ya estaba en todas las tomas, incluida la del gol decisivo de Van der Vaart. Señal inequívoca de que el Madrid hizo lo que debía, responder tras el clásico con la misma versión que antes del pulso con el Barça. Nada tiene perdido si no se rinde. Y pegada le sobra, por mucho que anoche le faltaran balas por el desatino general ante el gol y la majestuosidad de Alves. A estas alturas, el fútbol puede esperar a cambio de un título.
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